Me he consumido a fuerzas de gemir, todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con lagrimas, mis ojos estan cansados de sufrir, se han gastado a causa de todos mis angustiadores.
salmos 6: 6 y 7
Entonces someto las tinieblas para mi escondite, permaneciendo para siempre refugiada entre un inquieto desamparo. desiende la muerte y se oye la voz de un cantico que respira crueldad, extiende sus brazos a aquellos de sucia boca, que saborean la desdicha, condenados a envejecer con la angustia que confieza el ardor amenazante del enemigo plasmante en su lecho enfermo, nombrado por el alma súbita del slencio, suicida soberbia; mentira que trae consigo el juicio de los que aun viven, de aquellos que lograron perdonar el sociego de esta deseche e inmunda vida.
Clamar el poder del hombre quebrante de corazón, tembloroso palacio desolado que derrama el sabor de tiempos pasados, glorioso mar de moradas ciertamente ajenas, al perpetuo resplandor de las cenizas propagadas al fuezo que habia crecido al rededor de su cuerpo ¿como saciar el terco y rebelde pacto que desorienta nuestros pecados? llenar de fronteras el alto engaño derramado en nuestra piel, entender la debilidad del huerfano derribado por su apocento lleno de injusticias.
Denisse*